domingo, 5 de noviembre de 2023

 20. Una pequeña interrupción:

    Que se levanten dos alumnos y se líen a mamporros no es una cosa que suceda con frecuencia, de hecho a mí sólo me ha pasado una única vez: era un curso para adultos, el último día de clase y delante de la coordinadora que despedía la actividad. Dejando de lado los pormenores de este incidente y la solución que le dimos, he de confesar que no sé si estamos preparados como docentes para intervenir en conductas tan violentas, pero tampoco creo que deba ser esa nuestra preocupación por infrecuentes. Sin embargo, diariamente nos enfrentaremos a pequeñas molestias o interrupciones que nuestro alumnado provocará de manera consciente o inconsciente: material que se cae, cuchicheos, risas, comentarios, etc. Para afrontar estas situaciones sí que debemos estar preparados.


    Aquí dejo truquillos propios y ajenos para quien quiera probarlos:

  • Antes de entrar en clase.

    • Prepara bien la actividad y que esta sea lo más dinámica posible. 

    • Disfruta tu propia lección porque las emociones se contagian, si no te interesa a ti, menos a ellos.

    • Sé flexible. No se hunden los cimientos del centro si no terminas el tema, lleva un plan B por si falla el A.

    • Procura acordar con tus alumnos unas normas de comportamiento y sus consecuencias antes de que aparezca el problema.

  • Durante la clase.

    • Fomenta la participación y la cooperación. Felicita y agradece las intervenciones y si son de alumnos tímidos o con más dificultades, mucho más.

    • Pregunta si te siguen y si hay dudas. Resuélvelas, si las hay o deja que el grupo las conteste. Respeta las preguntas aunque te parezcan tontas o improcedentes, si no lo haces estarás llamado tonto a tu alumno.

    • Muévete, gesticula, sonríe. Tu cuerpo transmite

  • Durante la interrupción.

    • La mayoría de las veces pasar por alto el comportamiento, si es la primera vez o accidental, nos permite continuar el ritmo de clase sin problema. 

    • Cuando el comportamiento negativo persiste un acercamiento al alumno para tocar su mesa o una mirada suelen bastar para hacerle saber que molesta pero no interferimos con el desarrollo de la clase.

    • Si nada de lo anterior ha funcionado, es el momento de parar la clase y aplicar las normas y sus consecuencias. Para eso están. Sin malos modos, explicando cómo nos sentimos por tener que detener la actividad e investigando a qué se debe el mal comportamiento.


    Por último, interrupción y disrupción no son sinónimos, de la misma forma que un estudiante que interrumpe no se puede catalogar siempre de disruptivo. Cuidado con las etiquetas, no facilitan la tarea de docentes ni de estudiantes.


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